Cubierta del libro |
Gloriosa vida y desdichada muerte de Riego
Carmen de Burgos
Introducción de Manuel Moreno Alonso.
Sevilla, Renacimiento, 2013.
La proclamación de la república en
España en 1931 devolvió a Rafael del Riego su esplendor como héroe de la
libertad, y su himno, el Himno de Riego, pasó a ser el Himno de todos los
españoles. A partir de ese momento, en poco tiempo, se publicaron los tres
libros principales sobre la vida del general de Tuña, escritos por una
periodista, Carmen de Burgos (1931), por el párroco del pueblo, Zoilo Méndez
(1932), y por la escritora de Tineo Eugenia Astur (1933). Los dos últimos se
reeditaron en la década de los ochenta y noventa prologados por quien fue
llamado “el último doceañista”, el profesor Alberto Gil Novales. Ahora le toca
el turno de la reedición a la biografía apresurada y apasionada escrita por
Carmen de Burgos (1867-1932), una mujer muy interesante, la primera periodista
profesional que hubo en España, feminista, socialista y republicana.
Lo que Burgos publica no es ni una
novela ni un libro de historia, sino un libro político oportunista que toma
como disculpa la figura de Riego y su época para trazar un retrato interesado
de su tiempo: Alfonso XIII, el rey que acaba de marchar al exilio en 1931 para
dar paso a la República, es a Fernando VII lo que Riego a los republicanos ilusionados
y entusiastas del momento. Las referencias a uno y a otro periodo se suceden en
sus páginas. Para su libro maneja Carmen de Burgos algunos documentos
históricos, unos de la Biblioteca Nacional y otros procedentes de los Riego
Orozco, parientes de parientes del general, dejándose arrastrar también por
tradiciones orales o suposiciones no siempre acertadas, como se encargarán de ir
reseñando Zoilo Méndez y Eugenia Astur en sus libros.
Lo que le interesa de Riego a Carmen
de Burgos es lo que tiene de mito, no el militar más o menos brillante que
proclama la Constitución de 1812 en Cabezas de San Juan, no el político oscuro
que llega a Presidente de las Cortes, no el ser humano que muere en la horca en
1823, sino el símbolo de las libertades, aquel joven que arriesga su vida por
ellas y la pierde a manos de un Borbón. Como la mayor parte de lo que escribió
Carmen de Burgos, el libro es ameno y fácil, y se percibe desde el inicio la
pasión republicana que puso en él su autora.
Para contrarrestar tanto entusiasmo
los editores colocan al frente de esta reedición un largo prólogo del
Catedrático de Historia Cantemporánea de la Universidad de Sevilla Manuel
Moreno Alonso, experto en Napoleón y su época en España. Si a Carmen de Burgos
le interesaba el mito, como quedó dicho, a Moreno Alonso lo que le ocupa en
esta introducción es la desmitificación de Riego, una tarea que cumple
sobradamente. Rastrea por los escritos de los contemporáneos del general
(Alcalá Galiano, Evaristo San Miguel, Le Brun, Amarillas, Mesonero...) la
consideración que les merecía, y el personaje no sale bien parado: corto
mérito, imprudente, atolondrado, indiscreto, vanidoso... Frente a la voz “viril
y clara” que novela Burgos, Moreno nos informa de su voz chillona y atiplada,
de sus pocas dotes oratorias... Sorprende más que el historiador Moreno Alonso
insista en una idea defendida con gusto por la derecha patriótica española cuando
se acerca a Riego: la de considerarlo un traidor por no embarcarse hacia
América a luchar contra los independentistas, como si su gesto de 1820,
quedándose a proclamar la Constitución de 1812, fuese responsable de la pérdida
de los territorios de ultramar, un proceso iniciado en 1808 y que entre 1811 y
1819 conoció bastantes declaraciones de independencia, que se sucederían a lo
largo del siglo XIX estando ya bien muerto Riego.
No me cabe duda de que para la mayor
parte de sus contemporáneos el de Tuña no fue un referente incuestionable, pero
tuvo el mérito de echar a andar la revolución liberal de 1820, y fue Fernando
VII, condenándolo a la horca, quien puso en marcha la exaltación del héroe liberador.
“Un hombre que lo fue de carne y hueso, se convirtió en un himno”, dejó dicho
Unamuno sobre él. El historiador Moreno Alonso, universitario, echa en cara a
Burgos su falta de rigor biográfico. Pero no parece importarle que los
biógrafos de Riego hayan sido una periodista, una señorita y un cura en más de
ciento cincuenta años de universidad española, los que van desde la muerte de
Riego hasta que Gil Novales decide reunir las fuentes documentales que conocía
del personaje (en 1976, no en 1936 como señala Moreno en el libro).
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